Sus pasos resonaron por el vació palacio, el tintineo de su acero contra el protegido muslo prolongaba su sonido mediante el eco. No sabia en que punto estaba solo sabía que debía bajar. Sintió una presencia tras de si, se giro y desenvainando al espada segó al cabeza de su oponente que cayo al suelo y con gran estrépito estallo en pedazos. “una estatua “dijo tranquilizándose aunque le parecía desconcertante el echo de cómo había llegado hasta su espalda…
Siguió su camino espada en mano, las paredes, adornadas con hermosos frescos, escenificaban grandiosas fortalezas, sangrientas batallas feroces héroes… era una visión magnifica, se quedo observándolos con aire melancólico, en aquellos momentos prefería estar en una gran y sangrienta batalla a seguir un minuto mas en esa ratonera perdida de la mano de Sethmek. Pero su misión era clara, debía romper el campo de protección de la fortaleza para que, arriba dreik, pudiera hacer cosas de magos. A recordar su misión salio de su ensimismamiento y apuro el paso dejando los frescos bien atrás.
Al rato, al fondo vio brillar un resplandor azulado, corrió hacia el y pronto traspaso el umbral del que salía la misteriosa luz. Se quedo sin palabras al contemplar la magnificencia de la sala en la que se encontraba, al contrario que el resto del palacio esta sala era pura pulcritud, echa en mármol blanco con casi 6 metros de altura era espectacular, en su fondo dos grandes estatuas portadores de antorchas gigantescas custodiaban un trono en el que descansaba un mujer menuda, llevaba una larga túnica blanca, la capucha estaba hacia atrás por lo que dejaba al descubierto el atemporal rostro moreno de la mujer, tenia la cabeza gacha como si meditara, sobre su regazo descansaba una enorme guadaña con un filo que lanzaba místicos destellos al reflejar de las azuladas llamas de las antorchas. La mujer alzo la cabeza y fijo sus ojos en Sendel, unos ojos verdes irresistibles y que al tiempo anunciaban muerte a cualquiera que los viera. A su vera, dos grandes estatuas idénticas a la que había estado a su espalda mostraban poses amenazantes. La mujer hablo con una voz suave y baja que a pesar de todo penetro en la cabeza de Sendel hasta que este creyó que le explotaría
- Es hora de morir- sentencio, no era como una amenaza si no como una verdad incuestionable.
Las dos estatuas volaron hacia el con sus espadas pétreas y Sendel supo que no sobreviviría
viernes, 30 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Otro misterioso fragmento. ¿Quiénes son los que tratan de asaltar el palacio de esta misteriosa diosa de la muerte? Me gusta su caracterización: menuda, tranquila, de terribles ojos verdes y con la guadaña de la muerte; sobre todo, la tranquila seguridad con que sentecia a este desdichado Sendel.
(Por cierto, te costaría un esfuerzo mayor que enfrentarte a malvados dioses revisar la ortografía de tus textos.)
Publicar un comentario